sábado, 10 de abril de 2010

CAPITULO 10

CAPITULO 10
SOLEDAD, CREACIÓN, ENSIMISMAMIENTO
PICASSO, PIAF, MARAIS, COCTEAU

V: Volvamos a los años cuarenta, cuando fuiste pescador en Loncura, cerca de Quintero y tu eras adolescente.
O: Además en ese tiempo de vagabundaje fui ayudante de un circo pobre, ayudaba a levantar la carpa del circo. Recorrimos toda esa región de Chile. Cuando se enfermaba el payaso, yo lo reemplazaba.
V: Alejandro Kokocinski, amigo nuestro, pintor notable nacido en 1947 y ahora residente en Italia, también fue artista de circo en calidad de trapecista. De 1970 a 1972 vivió en Chile. Ahora es famoso. Y el circo también dejó una huella en Fellini, con su inolvidable film La Strada, en donde Giulietta Massina como la payasita Gelsomina y Anthony Quinn como el gigante Zampanó se convirtieron en mitos. Las composiciones de su compositor Nino Rota, evocan en varios films de Fellini, la música melancólica de un circo.
¿Era en torno a un circo el film de José Bohr en que apareciste?
O: No, era un película de Lucho Córdoba, yo hacía un papelito de gángster. Hice otra, con Jorge Délano "Coke" , en la cual tenía un papel más lucido, el de galán de una rubia argentina.
V: En estos días has visto una obra de Vicente Huidobro.
O: Si, "En la luna", montada por obreros, en un anfiteatro. Asistieron viejos amigos del antiguo teatro Experimental, Domingo Tessier y Chela Hidalgo. Si hubieras visto con qué cariño me recibieron, muy distinto al trato que me dan algunos del gremio de la danza.
V: ¿Qué amores recuerdas antes de Blanchette?
O: A los doce años, en el fundo Chicauma, Polpaico, de mi tío Tullio Cintolesi. Con treinta primos y mi caballo Barros. Teníamos niñeras, al menos los menores. Me enamoré de una de ellas, que andaría por los 17 años, preciosa, con unos ojazos , yo tendría unos doce. Pasó lo que tenía que pasar, en un granero lleno de trigo. Yo era impúber. Al otro día salimos a caballo y el mío se desbarrancó, fui a dar al hospital. Cuando volví al fundo, ella no estaba, para gran tristeza mía. Mi tía Augusta, a pesar de ser ella bastante coqueta, había despedido a mi amor. Y eso que la tía no se las daba de excesivamente moralista.
Por esos años aprendí a remar en Loncura, con los amigos Sepúlveda, pescadores artesanales, con quienes viví y trabajé un tiempo. Vendíamos pescado en Quintero.
V: Mi madre Teresa Ruz, en 1935. alabó en una ocasión tus ojos y tú te enojaste con ella. Recuerda, divertida, que la amenazaste con contárselo a tu primo, mi padre Ubaldo, obviamente considerando que ella, al lisonjearte, estaba cometiendo algo cercano a una infidelidad. Tenías once años y ya tenías clara tu misión de salvaguardar el honor patriarcal.
O: Es una historia divertida, pero la verdad es que no recuerdo mucho de esa época. Otro gran amor fue Blanchette, cuando ella tenía 22 años. Hermosísima. Ella iba al Estadio Francés de Tobalaba, igual que yo. Su padre era juez y su hermano mayor, Emilio, pintor y escenógrafo. La encontré luego en el ballet de Uthoff y nos casamos en 1950. Partimos a París en 1952. Yo obtuve la beca, y ella entró a la Universidad de París. Fue madrina de Michael, hijo de Ernst Uthoff y Lola Botka, quienes la querían mucho.

Antes de conocerme, Blanchette salía con un joven del gusto de su madre y los Uthoff, un ejecutivo de la Nestlé. La señora Blanche, su madre, pidió a Blanchette una decisión: o el joven de Nestlé o yo, el mal candidato. Luego, en Europa, ella se enamoró de Jean-Louis y tuvo tres hijos con él, para luego separarse muchos años después. Una de sus hijas, Stephanie, es bailarina también.
Antes de irme a Zagreb, Croacia, el 56, ya estábamos separados y ella vivía en la casa de la familia de Jean-Louis. La invité a comer y le ofrecí que se viniera conmigo a Zagreb. Pero ya no era posible, aunque yo había terminado los amores con Janine Charrat. Por esa época, mi madre fue a contarle a Uthoff que no eran verdad los rumores de mis orgías con bailarinas negras en París y que su hijo había recapacitado y le ofrecía a Blanchette continuar el matrimonio en Zagreb. Obvia decir que Uthoff comprendió que la defensa de mi madre estaba teñida más de amor por su hijo único que de objetividad, por lo que no se impresionó para nada con sus argumentos a mi favor.
V: Pero tuviste alguna vez una bailarina negra, aunque niegues lo de las orgías.
O: Años después, era zulú, de Africa del Sur, casi azul ( se ríe)
Con Blanchette seguimos amigos. Se vinieron a Chile . Por esos años, mi madre me acompañó a Zagreb y también volvió a Chile en 1956 a causa de la invasión soviética a Hungría.
V: Veo que el amor con Janine Charrat tuvo graves consecuencias.
O: Ya te he contado acerca de su talento y temperamento. Su padre era coronel y llegó a general. Gente acomodada. Se reanudó precariamente el romance cuando recibí un telegrama suyo en Zagreb, invitándome a ver su actuación en la Scala de Milán. Fui, e intentamos revitalizar el romance, pero no nos resultó. Por esa época conocí a una destacada coreógrafa, Tatiana Sovski.
Fui feliz en Zagreb, congenié con los croatas, el trabajo fue hermoso. Allí conocí a Irena Milovan. Ella tenía 19 años. Gran mujer y gran bailarina. Claro que antes de Irena tuve otras bellas croatas que no dejaron huellas.
V: Con sólo 24 años ya habías destrozado una cantidad de corazones femeninos. Y tu madre ¿ no te retaba?
O: Ella era enormemente comprensiva y tolerante, además , tu comprendes, yo era su hijo único. Amaba a Irena, así que estuvo feliz que me estabilizara con ella. Irena llegó a Chile en 1961, con el Ballet de Arte Moderno de Santiago ya formado. Había estado en Stuttgart con Nicolás "papá" Beriosoff. Nos casamos en 1962, un día de ensayo , en la mañana, con función en la noche. Así es la vida de la danza. De 1956 a 1977 son 21 años que estuvimos juntos, con 15 años de casados y muchas ausencias mías.
Volviendo a Blanchette, ya te conté lo de los fotógrafos y la revista "Vogue" en París. Su belleza era asombrosa al natural, pero, curiosamente no se captaba tanto en fotografía. He conocido modelos feas al natural, quienes, con maquillaje y buena iluminación, lucen espléndidas.
V: Y ¿qué pasaba con Uthoff a fines de los años sesenta?
O: Se acercaba su jubilación y el expresionismo alemán había cumplido una etapa. Al no tener más coreógrafos frecuentes que revitalizaran el ballet chileno, le ocurrió como a Maurice Béjart en Bélgica, fue deteniéndose en el tiempo.

V: Pero Béjart sigue vivito y coleando, y muy creativo. Háblame de "Lulú" de Alban Berg, Florencia, 1967.
O: Gran puesta en escena, con una cantante bella, gran actriz. Colaboré con la expresión corporal de los cantantes, un ballet de sombras chinescas reflejadas en una pantalla, y en las secuencias coreografiadas y filmadas intercaladas en la ópera de Berg.
V: ¿Cuáles coreografías tuyas recuerdas con emoción?
O: Mi trilogía "Pasión", "Impulso" y "El grito". A veces sueño con momentos de ellas , y me emociono. También con la imagen de Cristo en esa rueda gigantesca de piedra en Vevey, Suiza. En momentos duros, pienso en ese Cristo, en ese momento, y eso me da fuerzas. Las temáticas religiosas, filosóficas, me motivan profundamente, mezcladas con el Eros. Ese Cristo en la red, un Cristo carnal, humano, suspendido en el equilibrio precario del péndulo, el columpio que marca el tiempo, marca la virginidad, la libertad. Al menos para mí.
Me hubiera gustado ser un ave de grandes dimensiones, como un cóndor que planea en las grandes alturas en las cuales se escucha sólo el silbido del viento. Tal vez esta imagen se relaciona con mi soledad, acentuada en esta edad, soledad que no ha dejado de acompañarme, aún rodeado de mujeres hermosas y amadas por mí. Y a pesar de los aplausos, los discípulos, las coreografías, los éxitos y los fracasos.
A estas alturas de la vida ya no me queda soberbia, individualismo, aunque aprecio la independencia. A veces mi madre me hablaba acerca de mi posible egoísmo, mi ensimismamiento. No egoísmo material, de bienes, ya que he regalado y prestado sin
devolución y sin rencores ni agravios. He regalado incluso a gente que me contaba el cuento del tío, a sabiendas mías, invocando el nombre de mi padre. Tal vez esa ausencia de mi padre, quien murió cuando yo era tan pequeño, me ha acentuado esa soledad, esa desconfianza hacia los demás, que podría venir de una inseguridad profunda, hay algo en mí que no se entrega .
He debido sobreponerme a esa soledad interior para salir adelante en este arte difícil, efímero y cruel que es el ballet. Sin falsa modestia, creo en mi talento, pero también creo en la buena suerte que me ha acompañado a menudo, no siempre, por supuesto.
Una constante en mis coreografías es el amor a la mujer y a todos los seres. Otra es la presencia de Cristo, obvia o encubierta, la presencia de la alegría y el dolor expresados con el cuerpo y el movimiento. O la falta de movimiento con los silencios de la música, esas pausas " que suenan" , como decía Beethoven.
Los críticos me encuentran muy "danzante", tanto que, a veces, mis coreografías pueden ser difíciles y agotadoras, exigen mucho. Será porque fui actor y bailarín, lo danzante me sale espontáneamente.
V: Hijo único de madre viuda, sin padre desde la temprana niñez, esa soledad interior tiene una base. Y a eso se agrega una profesión que obliga a una vida agitada y viajera. Profesión inestable, riesgosa, demandante, incomprendida, en un país pobre que no puede o no sabe apoyar a sus coreógrafos. También puede influir el no tener un rincón en el mundo en donde echar raíces, plantar un árbol y verlo crecer.
O: Indudable. Todo eso influye. El bailarín tiene vida corta, duerme mal en los viajes, cuesta tener hijos, pareja estable. Es una vida difícil.
De muchacho soñaba despierto, sobre todo al escuchar música. Soñaba con el amor de una muchacha, con los viajes, con el mar. Lo he realizado, aunque hoy esté solo. Ha sido una vida rica y eso me da fuerzas junto a la fe en Cristo, algo central en mi vida.
A los diez años me sentaba en las tardes de lluvia en los corredores cubiertos de esa casa campesina chilena de Chicauma, Polpaico, la de mis tíos. Contemplaba la lluvia que caía, soñando absorto. El tío Tullio me observaba y decía que yo era como mi padre, capaz también él como yo, de contar las hojas de un sauce a lo largo de horas de contemplación. Tal vez ese testimonio de mi tío, quien me unía vitalmente en el recuerdo con mi padre ausente, me daba una sensación de seguridad, de creatividad, de confianza en mí mismo junto a la tristeza por la ausencia de ese padre.
Soñaba cuentos: era un marino aventurero, un jinete audaz cabalgando en la noche campesina. Incluso hoy, en los momentos difíciles escucho música y sueño, me invento historias, me evado de la realidad. Todo esto no se lo he contado a nadie y me da pudor que lo puedan leer, pero ya no me importa, puede servirle a alguien en los años que vienen.
Creo que la esencia de las personas creativas está en el sueño, en la fabulación, la ensoñación imaginativa. En algo incomprendido y despreciado, el ocio creativo. Para crear se necesita silencio, ocio, soledad.
Después de medita y soñar, quedo cansado psíquicamente.
Cuando era estudiante en el Instituto Nacional, solía quedarme sentado en un banco de la Alameda para ver pasar la gente. Me imaginaba sus vidas, sus historias.
Llegaba tarde a la casa y a mi madre le costaba creer que no hubiera estado fabricando maldades o jugando fútbol.El ensueño lo compensaba con una gran actividad atlética desde el esquí hasta el rugby, deporte para el cual tenía el físico.
Curioso, nací casi muerto. Fue un parto difícil con exceso de peso tanto de mi madre como mío, pues pesé cinco kilos y medio. A mi padre, durante el parto, le preguntaron si en caso de vida o muerte salvaban a la madre o al hijo. Mi padre contestó que en ese caso salvaran a su esposa. Pero la matrona me salvó y eso que venía asfixiado. Es indudable que las mujeres han sido básicas en mi vida, desde los orígenes hasta la vejez.
Tengo una reacción negativa ante las imposiciones ideológicas. Obedezco como cordero si me lo piden, me lo dicen o mandan con respeto, con cariño. Pero sin razones o con arrogancia, entonces me rebelo. A veces he reconocido a posteriori que tenían razón pero cuando ya era tarde y me había rebelado sin vuelta atrás.
V: ¿Sentías presiones ideológicas en los años sesenta, especialmente en Chile?
O: No he pertenecido ni a partidos ni a grupos, pero sentía la presión. Con mi educación laica, de influencias masónicas, desconfiaba de las ideas excluyentes, de la propaganda. A veces, al proponer una programación ante las autoridades, me la modificaban o la rechazaban por falta de presupuesto. Y lo aceptaba. Por razones estéticas también lo aceptaba, o de inmediato o lentamente. Si me venían con razones que encubrían el lucimiento personal de los directivos administrativos o por razones ideológicas o por simple cerrazón ignorante, entonces siempre elegí protestar o renunciar.
V: ¿Qué leías de muchacho?
O:"Moby Dick" de Herman Melville, mucho Salgari, soñaba con ser marino de uniforme.
V: ¿Y cómo has llegado al cristianismo en la edad madura ?

O: Me comenzaron las inquietudes cuando me fui del BAM en 1966. En Suiza, al borde del colapso nervioso. Antes, en Chile, estuve una semana en cama, agotado por las tensiones de mezclar la creación, la administración y las relaciones públicas, el exceso de cócteles y los sinsabores con mis adversarios. Don Jorge Alessandri me mandaba una persona todos los días, a preguntar por mi salud y si necesitaba algo. Tengo un gran recuerdo de él, fue un inmenso apoyo.
V: Criado por dos mujeres, madre y abuela. Primera experiencia con mujer a los doce añós, rodeado de mujeres en el ballet. Un físico de rugbista y una fama de Don Juan. Tres matrimonios y varias amantes. Es interesante tu relación con las mujeres. Aunque también aparecen poderosas figuras paternas como tus tíos Pergente y Tullio, Uthoff, Jooss, Beriosoff.
O: Las mujeres han sido claves en mi vida, muy importantes. Pero hay algo en mí, algo personal, que protesta por lo que yo considero interés en mi como macho, en detrimento de mi calidad de ser humano masculino, de persona masculina. Tal vez influye
esto en mi falta actual de pareja. Y agrégale la vida nómada , la inseguridad laboral, la falta de hijos deseada y también asumida.
V: O sea que hay algo de sentirse objeto sexual, aparentemente. Aunque haya jugado a tu favor para seducir mujeres. Pero tu soledad interior debe tener raíces por otros lados también, incluida la extrema sensibilidad física y anímica de los bailarines, la fragilidad de depender de la destreza física que dura tan poco, la angustia de tener el propio cuerpo como objeto de expresión, un cuerpo que puede quedar invalidado temporalmente por un esguince, o lisiado para siempre de un momento a otro, después de años de estudio y esfuerzo. Es un medio hipersensible y dependiente de la juventud y belleza física. En un medio así suele existir una proporción de homosexualidad mayor que en el resto de la población. ¿Has tenido amigos gay?
O: Muy buenos amigos. Nobles , generosos, talentosos. Por ejemplo, en Francia, Jean Cocteau y Jean Marais. Los conocí a través de un amigo norteamericano, Rich, amigo de Marais.Rich llegó sin saber francés a las clases de Madame Proebajenska, mi maestra. Un día llegó Marais a convidarlo a una comida en una barcaza o peniche en el Sena, a la cual asistió Jean Cocteau acompañado de Edith Piaf. Como Rich explicó cuanto lo había ayudado, Marais me convidó también a la comida. Allí me impactó Edith Piaf: fea, pálida, pequeña, esmirriada, con un trajecito negro que era su uniforme, sin maquillaje. Adornada solamente con una cadena de oro y un pendiente circular de brillantes, una joya bellísima. Al hablar y cantar, todos desaparecían a su alrededor, incluidas las mujeres hermosas. Era una presencia magnética, adorable. Ella era la más hermosa.
Cocteau amaba el ballet, escribió libretos para Diaghilev. En estas comidas pude escuchar sus impresiones sobre los estrenos de esos ballets, las tensiones, la creatividad de los ensayos, cómo se había gestado la obra, las reacciones del público. Todo eso lo entusiasmaba, su conversación era brillante. Tuve la suerte, que, como coreógrafo, Cocteau me tomó como interlocutor válido.
Su posición estética seguía siendo surrealista pero su fuerte no era la creación de ballets, no recuerdo ninguno que haya quedado en los repertorios. En cambio presencié su monólogo "La voz humana" y vi el film "La bella y la bestia", un clásico. Fue excelente poeta y dibujante, un creativo en varios géneros. Por sobre todo, su conversación era apasionante.
Mis amistades bromeaban acerca de mi parecido en aquella época, con Jean Marais y que por eso Cocteau me dedicaba tanta atención. En todo caso, Blanchette no se inquietaba, ya que percibía como yo que lo que a Cocteau interesaba era conversar sobre el ballet, la creación, el poder compartir sus recuerdos con gente que los apreciaba. Lo curioso es que hice en Chile el rol de Jean Marais en "El águila de dos cabezas". Etienne Frois me obligó a teñirme de rubio, algo polémico en Santiago en esa época. Esto le causó gracia a Cocteau. Conversaba de todo, y en historia de Francia su saber era prodigioso.
En esas comidas también se escuchaba un pelambre de alto vuelo, chismorreo artístico elegante, de nivel, sin groserías.

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